El mensaje oculto del primer pintor italiano en usar óleos:

  • Publicado 4 diciembre

Fotografía: La Virgen de la Anunciación de Antonello da Messina



Al contemplar la Virgen de Antonello de Messina que se encuentra en el Palazzo Abatellis de Palermo se nos plantean (al menos) tres preguntas. ¿Es la Virgen de la Anunciación, la Inmaculada madre de Dios que está a punto de recibir la noticia de que va a llevar en su seno al hijo de Dios? ¿O es un retrato, quizá de una persona a la que conocemos o podríamos conocer? Pero ¿importa? No. Lo que importa es que respondemos a ella como si fuera un ser humano, no un ser divino o trascendente, como si fuera alguien a quien podríamos conocer, aun en el mejor de nuestros sueños. Lo que importa es que casi al instante despierta nuestro interés, que con la mano derecha parece obligarnos a detenernos, que nos sentimos atraídos por el rostro, bello y misterioso, y que reconocemos en ella a alguien cuyos sentimientos pensamos que podríamos entender, alguien a cuyo estado emocional podríamos acceder. De inmediato, nada más poner la vista sobre ella, nos sentimos implicados; enseguida advertimos la sombra que cruza la frente y el ojo izquierdo, así como, en la mitad derecha del rostro, el leve mohín de la boca, sensual pero a la vez enigmática.

¿Qué significa todo ello?

Ha estado leyendo; está alzando la mano justo en este momento, como si pidiera una pausa, reflexionando, sin duda, sobre algo que acaba de ver.

No se trata de la intensidad artística de la que se ha dotado a esta imagen religiosa. Pues, incluso antes de que pensemos en lo que hay de arte en el cuadro, ya nos hemos “metido” en él a través de la expresión y la acción de la Virgen. Antonello de Messina lo pintó hacia 1475, reflexionemos o no sobre la destreza y el arte de nuestro cuadro, lo que es decisivo en él: al instante nos sentimos inmersos en el ánimo de esa mujer, en sus sentimientos y sus emociones, antes incluso de pensar en sus cualidades artísticas. Y yo sería el primero en admitir que no sabemos exactamente cuáles son esas emociones.

Pero ahí radica precisamente la excelencia de Antonello. Nuestro desconcierto es también el desconcierto de la protagonista del cuadro. Si es a la aparición del Ángel de la Anunciación a lo que reacciona (como parece probable), ¿qué puede significar su inopinada e invisible presencia? Azucena entre las azucenas, aún no lo sabe: sensual y fecunda pero inmaculada madre de Dios y novia de Cristo. Nosotros estamos tan confundidos e intrigados como ella. Pero esto no se debe, claro es, a que Antonello no supiera pintar con claridad una emoción. Es característica de su talento esa capacidad para transmitir la ambivalencia y la perplejidad de esta mujer, su contento y a la vez su preocupación por ser la madre de Dios. Es también esa habilidad de Antonello la que logra que nosotros, los espectadores, reconozcamos tan inmediata y claramente esa mezcla de emociones.

¿EN DÓNDE VIVE?

Galleria Nationale della Sicilia, Palazzo Abatellis, Palermo

https://panormus.es/Palermo/La-Kalsa/Palazzo-Abatellis.html




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